sábado, 29 de octubre de 2016

This is Halloween III (Parte 2): Las Furias de Arkham ¡¡¡DESENCADENADAS!!!


Anna Pickman clavó sus ojos en los del demonio que había salido de las profundidades de la residencia estudiantil. Todavía no sabía por qué no habían puesto un pestillo como diox manda allí abajo. Una vez salió una horda de hombres topo buscando un restaurante de comida húngara (claramente se habían desorientado... bastante). Lo mismo les salían reptilianos, que monstruos transdimensionales, que vendedores de seguros. Aunque creía que esto era lo peor que había salido de allí. Un demonio de los juegos de rol era algo muy peligroso. En manos de un demonio del rol, una simple fogata podía convertirse por generación espontánea en un dios exterior, o un señor disfrazado de Halloween en toda una raza de bestias viajeras entre dimensiones. Además su aplicación del azar por medio de dados los hacía más peligrosos. Por otro lado, una invasión en Arkham en la noche de Halloween ya comenzaba a ser una tradición. Y esta tradición era una que ella no iba a permitir que se perpetuara.

-¿Pero tú te has visto? Eres el demonio menos original que he visto en la vida -dijo Anna. -Y encima vas y sueltas esa risa de villano, lo que te hace la mar de original ¿te has planteado contarme todo tu plan maléfico antes de matarnos? 

-¿Estás tratando de ridiculizar a Ricardus, señor de los infiernos? -le dijo el demonio con una voz grave y profunda.

-No, lo que estoy es hasta los ovarios de que todos los años, por estas fechas venga alguien a fastidiarnos las fiestas. Y tú podrás ser Ricardus, señor de blablabla, pero yo soy Anna Pickman, me he enfrentado a seres que la humanidad no podría ni imaginar, he contemplado horrores que harían enloquecer incluso a los espectadores de Sálvame, he echado a patadas a espíritus tocapelotas cientos de veces ¿te crees que tú y tu ejército me dais miedo?

-¿Es cosas mía o Anna ha soltado un discursito como este antes? -musitó Araknek detrás de ella. 

Los demonios se movían inquietos detrás de su líder, esperando el momento de que los lanzara sobre la ciudad a desatar el caos. Parecían deseosos de hacerlo. Eran muchos, y el grupo de defensa era pequeño. Lo iban a tener difícil.

-Chicos ¡¿vamos a permitir que unos demonios del infierno del rol invadan nuestra ciudad como si nada o nos los vamos a comer con patatas?! -exclamó Anna dirigiéndose al resto del grupo.

-Yo tengo hambre -surgió de lo que hacía las veces de boca de Unglaublich.

El que Legisla desplegó sus brazos, cada uno de ellos estaba armado con un fusil de asalto de alta potencia.

-Está todo dicho -dijo el demonio. -¡¡¡AL ATAQUE!!!

Las criaturas salieron disparadas como hordas de salvajes bárbaros o como una manada de carnívoros hambrientos. Ante este primer asalto, El que Legisla descargó su armas sobre los seres que iban cayendo a decenas ante las balas de las armas del primigenio legal, que como buen abogado, se había asegurado de que hicieran el mayor daño posible, así que se trataba de balas explosivas. Detrás de la andanada de disparos de El que Legisla, Araknek preparaba sus fregonas de combate. Aquellos bichos habían manchado todo el camino desde los sótanos hasta las puertas exteriores. Le habían llenado todo de lodo, azufre, restos de barro y vete a saber qué engrudos. Aquellos seres habían cabreado a dos de las personas más peligrosas de la ciudad de Arkham. Por su lado, Unglaublich, aprovechando su forma ajena a la ciencia terrestre, capturaba demonios con sus apéndices desde todas partes, llevándoselos después a la abertura que usaba como boca y se los tragaba como si nada.

-Pequeña T'Auin, ve a mi cuarto y trae el libro de hechizos más gordo de la estantería. Puede que este se haya traído a todo el vecindario y se sepa todos los hechizos del grimorio, pero una servidora esta bien armada.

La tortuga asintió y salió disparada gracias a los patines. Un endriago intentó evitar que entrara de nuevo en la residencia, pero la tortuga le dio un bocado en el lugar que todo macho de cualquier especie tiene y es conocido como su punto  débil. El demonio comenzó a dar saltos de dolor, momento que aprovechó Pequeña T'Auin para seguir con su misión.

Cuando la puerta de la residencia se abrió de nuevo, Pequeña T'Auin iba acompañada de Summanus. El libro que le había pedido Anna era demasiado gordo para que pudiera llevarlo la tortuga. Estos encontraron al grupo parapetado detrás de un coche volcado, recibiendo por todas partes ataques. Cuando consiguieron llegar allí sin recibir ni una herida, Summanus le pasó el libro a Anna.

-¿Qué ha pasado? Tenía entendido que les estabais dando de lo lindo y de repente os encuentro aquí a la defensiva -dijo Summanus.

-Ese demonio ha sacado de la nada una bolsa de dados de diez y ha empezado a lanzarlos -le respondió Anna. -Son una de las armas más poderosas de los demonios del rol... y estos seguro que los tiene trucados.

Summanus asomó la cabeza por encima del parapeto y pudo ver a Ricardus riendo estridentemente mientras jugueteaba con un dado de diez caras, esperando a que alguno de sus contrincantes se atreviera a salir. Los demonios que servían a Ricardus se habían envalentonado y comenzaban a avanzar hacia la ciudad con intención de hacer estragos con todo.

-Pues será mejor que hagamos algo antes de que esto acabe como el Mad Arkham of Battlecraft. -musitó Summanus agachándose.

-Tú empieza por darme el tocho que me has traído -le dijo Anna. Tras recibir el volumen, lo abrió y fue pasando páginas, hasta que llegó a una que leyó con atención. -Esto podría servirnos. Cubridme.

Anna se levantó y alzó los brazos con las manos abiertas. De su boca comenzaron a salir palabras arcanas de difícil pronunciación para un humano (incluso para un islandés). Ricardus fue a atacar a la joven, pero El que Legisla le respondió con una andanada de balas explosivas. De repente, del cuerpo de Anna surgió un fogonazo de luz verde que se expandió haciendo que gran parte del ejército de Ricardus desapareciera como si nunca hubiera estado allí.

-¿Qué ha sido eso? -preguntó Summanus.

-Un hechizo de expulsión multiusos. Sirve tanto para demonios, entes de otras dimensiones o testigos de Jehová. En teoría expulsa cualquier cosa, pero conlleva mucho gasto de energía. No creo que pueda soltar otro de esos.

-JAJAJAJAJAJAJAJA -exclamó Ricardus -¿creéis que eso ha servido de algo? Sigo teniendo portales abiertos para que vengan más como esos que habéis expulsado. Pienso hacer de esta ciudad mi propio territorio feudal y todos tendréis que pagarme el diezmo... y hablar en latín.

Anna se quedó durante unos instantes meditando y, de pronto, chasqueó los dedos.

-Un momento. No lo había pensado hasta ahora. Los demonios del rol no aparecen así como así. Este ha sido traído por alguien. Algún idiota de esta ciudad lo ha invocado.

-¿Y quien iba a hacer algo tan insensato? -preguntó Araknek.

-Cualquiera ¿o no recuerdas que vivimos en Arkham? Sólo tenemos que encontrar el origen. Desde donde empezó todo.

 -El primer indicio de que algo extraño... bueno, algo más extraño de lo que suele ser habitual en esta ciudad, fue en la fiesta de ayer -dijo El que Legisla.

-¿Y dónde fue eso? -preguntó Anna.

-En la fraternidad Kappa Peta Zeta -le respondió El que Legisla.

-¿Peta? ¿Qué letra griega es esa?  -se preguntó Summanus.

-Esos idiotas ya la liaron hace unas semanas con una de sus bromas de iniciación. Quedaos aquí y aguantad todo lo que podáis. Araknek y yo iremos a esa fraternidad y les enseñaremos lo que pasa cuando nos cabrean.

Araknek asintió con una sonrisa diabólica.

Ricardus estaba esperando que sus enemigos hicieran algún movimiento. Pero durante un rato no hicieron nada. Mejor para él. Aquella invasión iba a ser coser y cantar. Cuando fue a guardar el dado de diez en su bolsa, vio salir detrás del coche parapeto algo que parecía una fusión entre Lara Croft, Rambo y un supersaiyan, con dos espadas largas y curvas, afiladas hasta el extremo. Junto a ella, una araña de Leng armada con dos fregonas de combate y con cara de male leche.

-¡Let's rock! -exclamó Anna.

De los costados del coche parapeto surgieron El que Legisla con sus fusiles y Summanus con una ametralladora Gatlin que alguien se había dejado en recepción y lanzaron todo lo que tenían sobre Ricardus mientras Anna Pickman y Araknek iban avanzando como si fueran dos picadoras de carne. Los demonios intentaban frenarlas, pero era como poner al segurata nuevo entre Justin Beaver  y una legión de fans enfervorecidas. Miembros y trozos de demonio iban quedando como registro del camino que iban siguiendo las dos, mientras Ricardus no podía hacer nada contra ellas, pues tenía que protegerse de los disparos de las armas de fuego de los que estaban parapetados. Una de las balas explosivas de El que Legisla alcanzó la bolsa de de dados del demonio, y esta se hizo añicos dejando caer una cantidad ingente de formas geométricas de distintos colores que fueron rodando por todas partes.

-¡¡¡Mis dados!!! -exclamó Ricardus con un rugido -Vais a pagarlo muy caro, mortales.

Mientras Ricardus se indignaba soberanamente. Anna Pickman y Araknek dejaron atrás el barullo de demonios y llegaron a la zona de la ciudad que aún estaba paz (si no contamos a los que iban por ahí disfrazados de Halloween montando fiestas en todas partes). Pensaban que la invasión demoníaca se estaba centrando en la zona circundante de la residencia estudiantil, pero al girar la esquina de la calle Ashton Smith con la Hoffman Price, se encontraron cara a cara con una criatura arbórea como la que se había enfrentado Shubbi el día anterior. La cosa intentó atacarlas, pero lo único que consiguió fue convertirse en un montón de serrín en cuestión de segundos. No tenían tiempo que perder y ya estaban muy hartas de tanta tontería.

Pronto, Anna y Araknek tuvieron delante la zona de las fraternidades, que se encontraban rodeando el campus de la Universidad Miskatonic. La calle estaba llena de gente de fiesta, con vasos llenos de alcohol, con sus disfraces de seres terroríficos (y seres terroríficos putilla). Parecía que todas las fraternidades habían montado una gran fiesta conjunta.

-¡Vaya disfraz más cojonudo! -le dijo un estudiante borracho a Araknek mientras pasaba por su lado. Esta se le quedó mirando de soslayo, planteándose si zurrarle o no.

-¿Qué hacemos ahora? -preguntó la araña. -Si todos están aquí en la fiesta no podemos sabes quien es de cada fraternidad, y no voy a ponerme a interrogar a cientos de estudiantes borrachos.

-Creo que no va a hacer falta -le respondió Anna señalando hacia el edificio de Kappa Peta Zeta, que todavía tenía fragmentos del engrudo protoplásmico que crearon semanas antes pegado a las paredes. Las luces de todas las ventanas de la fraternidad estaban apagadas... excepto una.

-¿Crees que allí está el causante de todo esto? -preguntó Araknek.

-Confía en mí. Tengo una intuición sobrenatural.

Ambas avanzaron lentamente hasta la entrada del edificio de la fraternidad, y una vez allí, Anna le dio una patada a la puerta, abriéndola del todo y haciendo que rebotara contra la pared. Una vez dentro, se encontraron con el edificio vacío y a oscuras, pero podía verse lo suficiente gracias a las luces y el jolgorio del exterior. Subieron las escaleras hasta el piso superior y se dirigieron a la habitación de la que salía el resplandor que habían visto desde la calle. Sin pensarlo, Anna abrió la puerta.

En el centro de una típica habitación de estudiante, se encontraron con un joven flotando en el aire, rodeado de un aura de un color extraño y con un libro delante de él. Debía ser el grimorio con el que había traído a los demonios del infierno. Cuando se acercaron, se quedaron atónitas al ver la encuadernación de dicho libro. Más que un antiguo libro arcano, parecía un simple libro de texto comprado en cualquier librería, con unas palabras extrañas en la portada y la foto de dos individuos sonrientes.

-¡Eh! -exclamó Anna. -¿Qué está pasando aquí?

El individuo no le respondió. Parecía en trance.

-¡Eh! -repitió ella.

El estudiante siguió sin hacer ni un solo movimiento.

Finalmente, Anna se acercó a él y le soltó un guantazo que lo lanzó contra la pared y lo hizo caer al suelo hecho un guiñapo. Instantes después, el joven se despertó como si no supiera dónde estaba. Antes de que no pudiera decir nada, Anna le agarró del cuello del jersey que llevaba.

-¡¿Se puede saber por qué has invocado a unos demonios del infierno del rol?!

El estudiante torció el gesto.

-Yo no he invocado a nadie. Simplemente estaba estudiando para aprender noruego y estaba practicando mis frases. Estaba pronunciando una frase habitual y... no sé... lo siguiente que recuerdo es despertar aquí delante de quienes seáis vosotras.

Entonces Anna ató cabos. Había tres razones por las que alguien invocaba a un demonio. Para pedirle algo a cambio. Para desatar el caos. Porque la ha cagado pronunciando algo cuando está aprendiendo un idioma extranjero.

-Bien, bien. Esto tiene solución. No os preocupéis. De las notas de un profesor que investigó el caso de un tal Charles Dexter Ward sé la forma de arreglar esto. Simplemente pronuncia de nuevo la frase que estabas leyendo cuando caíste en trance, en voz alta y bien clara, pero al revés. Eso devolverá a todos los demonios al lugar del que han venido.

-¿Estás segura? -preguntó el chico.

-Y si no, nos lo cargamos a guantazos. Tú haz lo que te digo.

El estudiante se acercó al libro de texto, lo recogió del suelo y lo abrió por la página por la que se había quedado anteriormente. Se aclaró la garganta y comenzó a leer. De su boca comenzaron a surgir unas palabras horrendas, que parecían formar parte de un idioma antediluviano, sólo utilizado por criaturas primordiales, muy distintas del ser humano. Cuando terminó la frase, un tremendo fogonazo deslumbró a todos desde el exterior. Se giraron hacia allí y vieron un inmenso portal en el cielo, a través del cual iban siendo absorbidos todos los demonios. Entre ellos, Anna y Araknek pudieron ver a Ricardus gritando tacos en latín y alzando el puño como buen villano que clama venganza. Después de absorber a este, el portal se cerró con otro fogonazo, y comenzaron a sonar vítores y aplausos de la calle. Debían pensar que era parte de la fiesta o algo por el estilo.

-Bien -dijo Anna suspirando. -Problema solucionado.

-¿Y qué hago ahora? -dijo el estudiante.

-Ahora te buscas un buen profesor que te enseñe a pronunciar como diox manda. Que ya estoy harta de invasiones por culpa de estudiantes de idiomas.

Tras decirle esto, salió de la habitación seguida de Araknek.

-¿Y ahora qué hacemos? Esos demonios me han dejado todo hecho un asco. Tengo ganas de repartir leña -decía Araknek.

-Ahora vamos a llamar a los otros y decirles cómo hemos solucionado esto, tú si quieres quédate en la fiesta y reparte un par de tortazos a los que veas sobrepasarse con alguna estudiante.

Araknek sonrió.

-No me parece mal plan ¿y tú?

-Yo me voy a la fiesta que tenían programada en la zona donde han puesto los adornos mexicanos. Al fin y al cabo, esto es Halloween. -respondió Anna mientras sacaba el móvil para llamar a los demás.

Sí. Eso era Halloween en Arkham. Que alguien desatara el caos invocando algo o desatando una horda de monstruos. Después ellos arreglaban el descosido y se iban a una fiesta. Las tradiciones son como son.

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