Un especial King in Yellow Size, más largo, más pulp, más políticamente incorrecto.
La taberna estaba inusualmente tranquila pese a lo llena que estaba. Se trataba sin duda del lugar donde servían la mejor bebida de todo Ulthar, y habitualmente esto era sinónimo de jaleo, gritos y fiesta. Pero pocos en el pueblo, con excepción de los gatos, se animaban mucho en presencia del Herrero Mentiroso, que, sentado en una mesa en torno a la cual se había formado un vacío, bebía tranquilamente una cerveza con la Cortatormentas envainada y apoyada negligentemente a su lado. Por la forma en que había dejado la espada al sentarse, nadie sospecharía que se trataba de un arma mágica tan terrible y poderosa como era. Sin embargo el dios la trataba como si fuera una espada más, sin darle demasiada importancia, pero sin separarse nunca de ella. De improviso, el reproductor MP3 que siempre llevaba consigo, se encendió sólo y en sus oídos (habitualmente llevaba siempre puesto al menos un auricular) comenzó a sonar la Marcha Imperial de Star Wars, el tema de Darth Vader, y se llevó la mano a la cara con expresión de fastidio.
La puerta de la taberna
se abrió de golpe, y una figura envuelta en una capa negra con
capucha entró con aire marcial, o al menos lo intentó, hasta que
resbaló en un charco de cerveza derramada y evitó por muy poco caer
al suelo. Molestó, clamó a voz en grito:
-¡Loki! ¿Ya está todo
listo? ¿Tienes la espada?
El Herrero Mentiroso bufó
con desesperación, cogió la Cortatormentas, se levantó y se acercó
al recién llegado.
-Sí, tengo la espada,
aquí está. No hace falta que entres gritando y alborotando, que no
estoy sordo. Ahora vamos para fuera y comenzaré a preparar el
ritual.
Ignorando a su
interlocutor, Loki, el dios nórdico del engaño, también conocido
como el Herrero Mentiroso, salió de la taberna mientras la figura
embozada se quedaba sin respuesta ante el descaro con que le habían
respondido. Cuando logró sobreponerse, siguió a la deidad afuera,
que le esperaba en medio de la plaza del pueblo. Allí, y con gesto
dramático, le hizo entrega de Cortatormentas. El encapuchado extrajo
la espada de su vaina y sintió el poder que emanaba de la hoja de
color azul eléctrico y de los símbolos en ella grabados. Era un
arma terrible, mágica e iba a ser usada con un funesto propósito.
El de negro alzó la espada y clamó:
-¡Por fín! ¡Ya tengo a
la Cortatormentas! ¡Se acabaron mis días de predicciones
meteorológicas fallidas, se acabó hacer el ridículo por anunciar
día soleados y recibir lluvias! ¡Con esta espada seré el Azote de
los dioses del trueno, me convertiré en... STORMBRINGER!
-No -dijo con voz serena
Loki.
-¡¿Cómo?!
-Pues eso, que no, que no
puedes llamarte Stormbinger, que ya está cogido...
-¿Mago del tiempo?
¿Electro?
-Esos nombres ya están
ocupados. ¿No se te ocurre nada más original?
-¡Ya sé! Seré... ¡El
Señor de las Tormentas!
El nuevo “Señor de las
Tormentas” selló esta declaración con una carcajada maléfica de
manual, como sabía que tenía que hacer todo Señor Oscuro que se
precie y Loki se dio cuenta en ese momento de que sus previsiones se
habían quedado cortas. No estaba aliado con un idiota, sino con un
auténtico gilipollas integral.
El Señor de las
Tormentas se retiró la capucha y abrió la capa para mostrarse
orgullo con su nueva espada. Era un tipo bastante anodino, no era
particularmente atractivo, ni feo como el pecado. No tenía cara de
hurón ni parecía especialmente astuto o cruel. De hecho era un
sujeto sin carisma, de una normalidad que aburría, pero dotado de
una mediocridad y mezquindad que le otorgaban una maldad propia y
exclusiva del ser humano. Poseía grandes reservas de esa capacidad
única de la humanidad que hacía que cualquier hijo de vecino, si se
lo proponía, podía ser capaz de oprimir al prójimo con más saña
que el dictador más monstruoso o el inquisidor más fanático e
inventivo. Por eso, Loki, viéndolo sumido en la frustración de ser
un pésimo meteorólogo incapaz de aceptar su inutilidad y celoso de
sus compañeros, creyó ver en él al individuo apropiado para llevar
a cabo el más asombroso, ambicioso y espectacular plan jamás
cometido por un dios del engaño o bromista. Para ello, una vez
forjada y consagrada la Cortatormentas, debía iniciar el ritual que
le permitiría reunir a los dioses del trueno, la tempestad, la
tormenta, el rayo y la electricidad, dioses climáticos cuyo poder
podría ser absorbido por la espada y que convertirían al portador
en el Maestro Definitivo del Clima. Pero con semejante energúmeno
pseudo megalomaníaco cualquier plan, incluso uno a prueba de tontos
como el que había diseñado, podía acabar siendo un fracaso.
Mientras el Señor de las
Tormentas alucinaba con su espada y hacía molinetes y absurdas
figuras como las que haría cualquier capullo con un arma que no sabe
usar, Loki se resignó y comenzó la siguiente fase de su plan:
reunir a los dioses del trueno y dar inicio a la batalla definitiva:
Thunder-verse. Situado en medio de la plaza de Ulthar, alzó los
brazos y comenzó a declamar con voz grave y resonante en un idioma
que parecía surgir de los abismos del tiempo y que recordaba a
aquella vez que Abhoth se atragantó al devorar a uno de sus hijos y
estuvo una semana con carraspera gorgoteante. La energía comenzó a
concentrarse en torno a Loki, formando remolinos que emanaban de él
y se desplazaban por el pueblo. Las nubes negras de tormenta
surgieron en un cielo despejado y la tempestad se desató mientras el
ritual de invocación avanzaba. En torno al dios nórdico, los
habitantes de Ulthar se alejaban y se apresuraban a resguardarse en
sus casas y los gatos, con mirada desdeñosa, trataban de disimular
el tremendo interés que tenían en el desarrollo de los
acontecimientos. En el momento cumbre del ritual, cuando Loki tenía
que sellar el hechizo con las últimas palabras que lo
desencadenarían, un par de gatos que se estaban persiguiendo,
irrumpieron entre sus piernas y le hicieron tropezar y caer al suelo,
provocando que pronunciar mal las últimas sílabas. Pero, ¿quién
puede culpar a un gato? Son independientes y en sus feroces y
salvajes corazoncitos urden sus propios planes cuyas motivaciones
nadie conoce. Y sin embargo, habían actuado en el momento en que la
invocación estaba sellada, pues los dioses se verían arrastrados
por ella, pero no se había completado el ritual, por lo que su
localización sería inexacta y aleatoria.
Pero por mucho que
renegara el Señor de las Tormentas, ya nada se podía hacer. Loki,
con el culo dolorido por la caída, se levantó y sonrió satisfecho,
pues, de esta manera, el Thunder-verse sería más divertido.
Mientras tanto, en
Arkham, en La Llave y La Puerta...
Un brazo surgió de debajo de la sábana y agarró
con fuerza la tela, que salió disparada y chocó en la cara del
nórdico que Vinnie y Eye Gore habían traído -y seguía borracho
como una cuba-. El ser que había tapado la sábana se levantó y
Vinnie pudo ver la gloria de su creación.
-Por las barbas de Odín, creo que he bebido
demasiado... todo se ha cubierto de un velo blanco... -dijo el
nórdico.
Mientras Thor se debatía
en su ebriedad con la sábana que había caído de improviso sobre
él, no pudo percibir las emanaciones cósmicas que le llamaban, o al
menos las confundió con la irresistible necesidad de vaciar la
vejiga, cosas del alcohol. De improviso, y mientras Vinnie West y su
ayudante Eye Gore se debatían ante el horror de haber dado vida a un
político republicano, el Odinson desapareció en una teleportación
mágica.
Mientras tanto, en
Arkham, en la Universidad Miskatonic...
Equipado con su coraza y
su casco y con el martillo colgando de su cinturón, la colosal
figura de Brontes era como la de un cíclope heavy tratando de
disfrazarse de hoplita griego. Aunque esa no era la intención,
seguía estando imponente, y con esta apariencia pensó que lograría
mayor autoridad al hablar con Zeus. Craso error. El señor del Olimpo
estaba ignorándole completamente mientras se centraba en lo que
tenía entre manos. En concreto, el culo de la estudiante con la que
estaba fornicando al estilo perrito.
-Zeus, esto ya es
pasarse. Mira, vale que hayas venido aquí por el tema de las
fluctuaciones cósmicas que nos afectan a los dioses del trueno. Vale
que, como alguien que tiene una lista de amantes más larga que mi
brazo, acabes follando con alguna alumna de la Miskatonic, pero...
¿me quieres decir que cojones hacéis fornicando en mi despacho?
En ese momento, ambos
desaparecieron sustraídos por un imperativo cósmico de
teleportación mágica, dejando a una estudiante universitaria
desnuda y cachonda que tuvo que acabar masturbándose para no
quedarse a medias.
Mientras tanto, en las
Tierras del Sueño de África...
Era el lugar donde
habitaban los dioses primitivos y salvajes de África, era donde el
Dios Negro, el espíritu del continente, regía sobre los sueños,
mitos y esperanzas de los pueblos que lo habitaban. Era el lugar
donde dicho dios, una figura humana deforme con el aspecto de una de
esas figuras de artesanía nativa africana, estaba fornicando a lo
perrito con una escultural y voluptuosa diosa de piel negro azulada
de cuerpo elástico y felino y lujuriosa, abundante y larga cabellera
plateada como la luna cuyo físico podía inspirar el de alguna
mutante africana capaz de manipular el clima. Ahora en serio, ¿en
que clase de genética psicotrónica puede el ADN hacer que alguien
altere la meteorología a voluntad? Dicha mujer era N'Kari, diosa
africana de la tormenta, que, sometida al imperativo cósmico de la
llamada originada por Loki, desapareció de improviso, dejando al
Dios Negro bastante desconcertado y obligado a acabar con la función
manual.
Mientras tanto, en un
club alternativo de Tokyo...
El local estaba a rebosar
de groupies y fans enloquecidos por el dúo estrella de la música
indie en Japón, formado por un percusionista y un trompetista. No
tenían vocalista ni falta que les hacía, no necesitaban a una idol
medio desnuda para atraer a su público, pues su música no requería
de acompañamiento vocal y su look era bastante llamativo como para
resultar inconfundibles y únicos. Raijin y Fujin, los dioses nipones
del trueno y el viento, ni siquiera se habían planteado
caracterizarse como humanos, por lo que dos humanoides demoniacos,
uno rojo y otro verde, ocupaban el escenario tocando una música que
los había llevado al éxito. Durante una pausa, ambos lograron dejar
el escenario para recuperar fuerzas cuando, de improviso, Raijin
desapareció absorbido por el imperativo cósmico de llamada y fue
teleportado mágicamente, dejando a Fujin desconcertado y pensando
que demonios iba a hacer para acabar el concierto.
Mientras tanto, en la
Plaza Roja de Moscú...
Perun disfrutaba de un
buen puro mientras contemplaba plácidamente el Kremlin. Aquel
palacio había sido el símbolo del poder en Rusia, aunque el viejo
dios del trueno del panteón eslavo sabía mucho sobre poder y donde
se encontraba este. Aunque los hombres construyeron una impresionante
fortaleza, el poder no se hallaba sólo allí. El auténtico poder
aun residía en los viejos dioses, como Perun y la bruja Baba Yaga,
que, arrinconados por el cristianismo primero y por el ateísmo
comunista después, aún tenían un hueco en la Madre Rusia. Mientras
reflexionaba sobre esto, sintió la perturbación mágica provocada
por el imperativo cósmico de llamada lanzado por Loki y, divertido,
se dejó llevar por él.
Mientras tanto, en
Roma...
El hombre pálido y
vestido con un elegante traje negro caminaba tranquilamente por las
calles de Roma, tratando de refugiarse en las sombras, donde se
sentía más cómodo. Summanus, el antiguo dios etrusco de las
tormentas nocturnas, había sabido moverse con los tiempos. Desde la
caída de su pueblo no había logrado volver a alcanzar su antiguo
esplendor, pero sabía adaptarse. En la actualidad, sus truenos y
tormentas seguían marcando la noche, aunque de una forma diferente,
ya que se había acabado por reciclar en artista pirotécnico y sus
fuegos artificiales y petardos le habían hecho famoso. Sonreía por
lo curioso del asunto cuando percibió como llegaba hasta él la
llamada, un imperativo cósmico que le reclamaba para asumir un
cambio de localización. Enarcó las cejas y se dejó llevar.
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